Los que tenemos acceso a maravillas tecnológicas como internet, redes bancarias o monitoreos domésticos por empresas de vigilancia, vivimos en el mundo de las contraseñas, traducción un tanto cabalística para el binarísimo password. Claves que ahora son todo, menos palabras mágicas. El mail, la alarma, las tarjetas del banco, los otros mails, el messenger, los sitios de comercio electrónico, los de noticias, las suscripciones gratuitas, y las que cobran, el acceso a la red de las escuelas, los trabajos, el soporte técnico, pagos, diagnósticos, pasatiempos, diversión, los blogs… contraseñas para todo.
Ya no somos sólo números en grandes listados de datos. Además de esas CURPs a las que finalmente se resume la era digital, nuestras identidades parecen estar determinadas por nombres de usuarios y contraseñas que son un verdadero desafío a la memoria. A ver, acuérdense de todos sus passwords, y de cuál username corresponde a cada uno. Y no los mezclen, ni fallen, ni pidan que les envíen la contraseña de nuevo… claro, si se acuerdan de la respuesta secreta para que les reenvíen la llavecita. Si lo que están pensando es recurrir a su lista secretísima y escondida entre las cartas viejas metidas en revistas del último cajón del clóset donde tienen todo escrito por si acaso… ¡hacen trampa!
Afortunadamente no todo tiene que ser tan caótico, tenemos opciones como usar la misma clave para todos los servicios que la requieran, o inventar combinaciones de la misma. De esta forma sólo te memorizas un dato. Perfecto. Sin embargo las exigencias actuales de terrorismo mental y paranoia nos exigen pensar, nomás por seguridad, en lo que pasaría si alguien la descubre y con eso puede acceder a los múltiples tús que el ciberespacio respalda. Ese gran archivo donde cada vez depositamos elementos más importantes de la vida cotidiana: correspondencia, comunicación, mensajes, publicaciones, dinero, sueldo, calendarios… Me pregunto si de verdad a alguien le interesarían mis claves de acceso.
Pero como nada es tan fácil, existen nombres de usuario sin sentido, y cual si se tratase de los más autoritarios sistemas antidemocráticos, ni las mayorías los pueden elegir. A este árbol le corresponden por ejemplo las matrículas a01081378 y sxs659 respectivamente, en dos universidades distintas a las que está inscrito simultáneamente. Esos números que necesito usar diariamente no me dicen nada, me los tengo que aprender, para cada uno hay un password distinto y sucede que hoy, en una pesada semana de final de semestre, "se me confundieron".
Y es que, reflexionen y se darán cuenta que en estos asuntos nuestra memoria reacciona por inercia. Al menos es mi caso, veo la página de Hotmail e instintivamente tecleo los códigos que le corresponde, lo mismo me pasa con Gmail, o cuando estoy frente a un cajero automático (por eso se han tragado mis tarjetas…), o EN LAS COMPUTADORAS DE LA ESCUELA. Así pasó hoy... con los desvelos y el cansancio no registré que no estaba en el Tec, y para mí, acceder a las computadoras de la escuela implica escribir a01081378 y su mal elegido password. Después de 15 minutos de pelearme con la máquina me dirigí a hacer fila al escritorio de ayuda, sólo para darme cuenta que posiblemente estaba queriendo entrar a otra cuenta. Supongo que eso pasó, porque abandoné la file, tecleé concientemente los datos de ESTA universidad y aquí estoy, posteando.
Es asombroso el poder que tiene una contraseña, el acceso que puede dar a quien la tenga. No es tan descabellado decir que el poder actual reside en los passwords… ¿y en los hackers?
Me pregunto cuántos passwords le corresponderán a cada internauta o cuenta habiente bancario. Y cuáles son los usernames elegidos, y cuántas veces se olvidan, cuáles son sus claves, y qué significan. Conocidísimas son las fechas importantes, nombres y apellidos como fuentes de contraseñas. Yo hice la lista mental y tengo más de veinticinco “contraseñas”, números supuestamente secretos, o palabras, o híbridos alfanuméricos… las últimas tendencias de seguridad en línea sugieren incluso el uso de caracteres como !"£$@:?@~{!
What the @/.,<*&>¬!?!?!?... eso sin contar las preguntas secretas posteriores, la identificación de imágenes, fechas y demás filtros de seguridad. La Mamá del Netkey, como se establece en U.N.I.C.O. Finalmente dependemos de nuestra memoria, o de las listas que nadie recomienda que tengas y más de uno tenemos, porque conocemos los límites de nuestra mente… esos que hoy me pudieron llevar a hacer un gran ridículo con los de soporte técnico de la biblioteca. Claro que mi lista está en clave. Cuando la revise y actualice les diré de cuántos usernames me he podido acordar.
Mientras se populariza la lectura del iris, la huella dactilar o algún código genético que globalizadoramente nos permita deshacernos de contraseñas confusas, algo que seguramente se usa desde hace años en dependencias como el FBI y que automáticamente generará formas de violar su "seguridad"... apréndanselas bien pera no pelearse con las máquinas.
Estoy empezando a creer que ellas no se equivocan.
6 comentarios:
Es bien conocido mi amor por la tecnología jeje y tu post sí que me hizo reír. Yo tengo tres passwords diferentes repartidos en muchos distintos usernames... tengo un riesgo que 30% de quedarme sin mis propiedades virtuales... que finalmente hasta qué punto son mías? Y sí, es una contradicción sigloventiunera que mientras te dicen que eres tú quien controla a la máquina porque eres más inteligente, luego te vengan con cosas como "el sistema ya no lo permite"... =P un beso
Ya sé! es feito, yo sólo tengo como dos, por que la verdad sí los confundo y es más fácil. Lo que sí revuelvo en vez en cuando (en especial en esas semanas como la tuya) es el nombre de usuario, ¿cúando me acordaré que a01084269 no entra en gmail?
manzana m: que bueno que el post te hizo reir... ves cómo la tecnología no es tan mala? (mientras tengas el password correcto)
pinkt.: claaaaaaaro, o que mi messenger no es el mismo que gmail.
yo miss you both.
El otro dia leia (en el NY Times por internet.. al que entre con mi usario y password) que el verdadero problema es que cuando te mueres tus passwords mueren contigo y la familia tiene que pasar por un viacrucis para recuperar informacion (fotos, direcciones, suscripciones y hasta dinero). Compartir o no compartir ese es el dilema.
Jajaja buenísimo tu blog. De verdad, para todo usamos un pasword. Nomás falta que nos pidan uno para usar el microondas.
Te saluda una frecuente visitante de tu blog.
marisa: que horror!!! me queda la tranquilidad de saber que a ti no te pasará eso, lo pronostico.
utopía sensual: gracias por venir! que tengas un año muy sensual.
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