"...Eso pensaba exactamente ayer cuando, al desayunar en una pequeña taquería tijuanense (es decir, de Sonora), vi llegar a una pareja de adultos, recién bañados ellos, tomados de la mano. Eran amantes, eso se les notaba a la legua, puesto que se miraban de ése modo (y por amantes quiero decir que era evidente que conocían sus cuerpos, no que fueran necesariamente adúlteros). Y, mientras consumían sus alimentos, hablaban en el tono bajo que remite a la intimidad compartida. Se trataban, además, con cortesía. Se daban las gracias. Si mi amigo posadolescente y yo los hubiéramos visto entonces, cuando se nos vino a la mente la idea desparpajada del manifiesto contra el amor, seguramente habríamos escrito otra cosa. Lo raro, en todo caso, me dije en ese momento, no es que bajo el cielo del narco siga creciendo la saña y la muerte, la corrupción y la crueldad, sino que existan estos dos, aquí, recién bañados, prodigándose el uno al otro con los gestos siempre inéditos, siempre irrepetibles, siempre transparentes, de algo que, si fuera un poco más valiente, llamaría ahora sí, con todas las de la ley, amor."
Cristina, siempre, pero más hoy.
2 comentarios:
Eii, la Rivera Garza se rifa.
Tienes razón, lo raro resulta encontrar bondad en un mundo que se cae a pedazos de violencia. ¿Un manifiesto contra el amor? Valdría la pena leeerlo (con todas esas es).
Saludos.
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