En Perú harán sonar alarmas públicas como medida contra la impuntualidad. Puede ser que funcione, aunque los retrasos permanecerán. Los latinoamericanos hemos interiorizado el retraso como un distintivo cultural tan profundo que para muchos 'latino' y puntual son conceptos opuestos. Tan opuestos como un libro y una piedra, o un abrazo y una patada, que de opuestos tienen muy poco. Nosotros llegamos después, un libro puede tardar una vida, una piedra rodar lentamente, un abrazo hacer como que nunca llegará y una patada manifestarse cuando es demasiado tarde.
Demoras hay muchas, todos esperamos en mayor o menor medida, y aquello cuya llegada queremos acelerar aparece tarde, cuando muchas veces cualquier rastro de impaciencia y curiosidad se han perdido. Entonces la espera se vuelve sorpresa, y el tiempo de expectativa se muda al almacén vacío del olvido, la desesperación que en ocasiones se transforma en ira queda, como la Historia, olvidada. Y todo es novedad como en los retardos artísticos, o comodidad cuando por fin llegó el tren, o alivio, como en la interrupción de los atrasos femeninos.
Quizá por eso existen fechas límite, plazos para presionar, como las campanas de las iglesias, los relojes y los calendarios. Para contar, para organizar, generar, producir. E inventamos el tiempo, como unidad pero también como regla, para ser roto. Y nos da por retarlo, por estirarlo, intentamos también exprimirlo, no nos queda más que esperarlo y por qué no, olvidarlo. Entonces el tiempo se vuelve la medida de la vida, y nos basamos en una perfección imposible, nos lo advierten, con su puntual tardanza , los retrasos.
El cuerpo, por ejemplo, vive con ansias el deseo, para que cuando éste pase, llegue tarde y sin esperarla, una caricia imprevista, sorpresiva. La vida nos burla. Pero hay atrasos que son distintos, porque tenemos pueblos para los que una existencia mínimamente humana lleva siglos demorando, regiones en donde la espera por la dignidad parece no tener fin, y si el ansia no termina, el anhelo no llegará, siquiera, con retraso. También hay inviernos del norte a punto de terminar sin rastros de frío, costas cálidas congeladas, glaciares derretidos y trópicos helados. Lluvias con años de retraso en regiones que no eran desérticas.
Aquí en Birmingham la semana pasada por fin nevó, el paisaje se volvió blanco, una blancura demorada, cuya pureza no debe borrar la expectativa constante de los meses pasados. No se trata de la vida sorprendiéndonos con copos tardíos como si fueran besos inesperados. Cuando somos capaces de demorar la dignidad, el frío o el calor, estamos perdiendo la noción del tiempo, cayendo en las trampas de un juego diseñado por nosotros mismos. Se nos olvida que no es lo mismo llegar tarde a una cita que jugar con nieve retrasada. Nieve que aunque tardía es agua, como un libro es una planta, como una piedra es polvo, un abrazo se vuelve un refugio y una patada contacto.
Quizá se demore para demostrarnos que a diferencia de nosotros, la naturaleza no olvida la Historia ni es impuntual. Es un refugio que no llegará tarde a su cita para hacer contacto con el polvo que somos, aún cuando a sus tiempos, como a una planta, no los podamos entender. Mientras eso sucede, y como quizá nuestro tiempo termine antes, nos emocionamos con la nieve, que como nosotros, no escuchó la alarma a tiempo.
Demoras hay muchas, todos esperamos en mayor o menor medida, y aquello cuya llegada queremos acelerar aparece tarde, cuando muchas veces cualquier rastro de impaciencia y curiosidad se han perdido. Entonces la espera se vuelve sorpresa, y el tiempo de expectativa se muda al almacén vacío del olvido, la desesperación que en ocasiones se transforma en ira queda, como la Historia, olvidada. Y todo es novedad como en los retardos artísticos, o comodidad cuando por fin llegó el tren, o alivio, como en la interrupción de los atrasos femeninos.
Quizá por eso existen fechas límite, plazos para presionar, como las campanas de las iglesias, los relojes y los calendarios. Para contar, para organizar, generar, producir. E inventamos el tiempo, como unidad pero también como regla, para ser roto. Y nos da por retarlo, por estirarlo, intentamos también exprimirlo, no nos queda más que esperarlo y por qué no, olvidarlo. Entonces el tiempo se vuelve la medida de la vida, y nos basamos en una perfección imposible, nos lo advierten, con su puntual tardanza , los retrasos.
El cuerpo, por ejemplo, vive con ansias el deseo, para que cuando éste pase, llegue tarde y sin esperarla, una caricia imprevista, sorpresiva. La vida nos burla. Pero hay atrasos que son distintos, porque tenemos pueblos para los que una existencia mínimamente humana lleva siglos demorando, regiones en donde la espera por la dignidad parece no tener fin, y si el ansia no termina, el anhelo no llegará, siquiera, con retraso. También hay inviernos del norte a punto de terminar sin rastros de frío, costas cálidas congeladas, glaciares derretidos y trópicos helados. Lluvias con años de retraso en regiones que no eran desérticas.
Aquí en Birmingham la semana pasada por fin nevó, el paisaje se volvió blanco, una blancura demorada, cuya pureza no debe borrar la expectativa constante de los meses pasados. No se trata de la vida sorprendiéndonos con copos tardíos como si fueran besos inesperados. Cuando somos capaces de demorar la dignidad, el frío o el calor, estamos perdiendo la noción del tiempo, cayendo en las trampas de un juego diseñado por nosotros mismos. Se nos olvida que no es lo mismo llegar tarde a una cita que jugar con nieve retrasada. Nieve que aunque tardía es agua, como un libro es una planta, como una piedra es polvo, un abrazo se vuelve un refugio y una patada contacto.
Quizá se demore para demostrarnos que a diferencia de nosotros, la naturaleza no olvida la Historia ni es impuntual. Es un refugio que no llegará tarde a su cita para hacer contacto con el polvo que somos, aún cuando a sus tiempos, como a una planta, no los podamos entender. Mientras eso sucede, y como quizá nuestro tiempo termine antes, nos emocionamos con la nieve, que como nosotros, no escuchó la alarma a tiempo.
4 comentarios:
Rolling down, slowly, late obviously.. they come anyhow. Mute. I used to live with out the clock..Care bears...
tangerine: They always do, with or without a clock... =)
Bah! las companas de la iglesias es mejor dejarlas al vuelo... lo creo de verdad.
Solo yo me entiendo...
ok marisa, con eso me basta para confiar en que... si, es mejor dejarlas al vuelo. Se de un lugar muy bueno ahí por los arcos, y como es 14 de febrero pues... jajaja TE EXTRAÑO!
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